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Enfermedades cardíacas: desde la bioquímica a consejos prácticos

Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son una importante causa de mortalidad y discapacidad en todo el mundo.

Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son una de las principales causas de mortalidad y discapacidad en todo el mundo. Un creciente conjunto de pruebas hacen que las interferencias entre dieta y salud sean ahora incuestionable.

El desafío actual es, por tanto, poner en práctica los conocimientos disponibles y aplicar enfoques prácticos para optimizar la transición a dietas y hábitos saludables a fin de reducir la incidencia de ECV entre la población general. Las facultades de medicina y los programas de educación sanitaria suelen ofrecer conferencias sobre nutrición donde se analizan aspectos como las vías bioquímicas de las vitaminas y el metabolismo de los lípidos. El desafío para los médicos podría ser traducir estos conocimientos bioquímicos en las necesidades cotidianas de los pacientes.

Muchas de las preguntas comunes que podrían plantearse al buscar estrategias para reducir el riesgo de ECV son, por ejemplo, “¿debería comer menos carne?” “¿Más verduras?” “¿Más aceite de oliva?” “¿Menos mantequilla?” “¿Es malo el azúcar blanco?” “¿Con qué frecuencia debo comer carbohidratos?” “¿Cómo puedo perder peso?”

A continuación, queremos brindarle cuatro pasos prácticos clave en el estilo de vida que pueden ayudar dramáticamente a guiar la discusión a través de dietas y hábitos saludables cuando se busca identificar estrategias para reducir las posibilidades de desarrollar factores de riesgo cardiovascular y, en última instancia, enfermedades cardíacas.

Dietas saludables: céntrese en los alimentos, no en los nutrientes.

Las pruebas sólidas de dos grandes estudios prospectivos, el Nurses’ Health Study y el Health Professionals Follow-up Study, demostraron que un patrón de vida saludable (dieta saludable, actividad física y evitar fumar) reduce drásticamente el riesgo de episodios cardiovasculares durante un seguimiento a largo plazo.

Durante décadas, los investigadores del vínculo cruzado entre la dieta y las enfermedades cardíacas dedicaron la mayor parte de sus esfuerzos a los nutrientes individuales, principalmente el colesterol y distintos tipos de grasas. Si bien estas observaciones allanaron el camino para los principios fundamentales actuales de la nutrición, también han generado algunos conceptos erróneos y mitos sobre lo que es una dieta saludable para el corazón. Lo que nunca debemos olvidar es el hecho de que las personas consumimos alimentos, no nutrientes.

Aquellos con una dieta rica en frutas y verduras, pescado, cereales integrales, frutos secos, aves y aceites vegetales reducen el riesgo de enfermedad cardíaca en un 30 %, así como un 33 % menos de sufrir diabetes y un 20 % menos de riesgo de tenere un accidente cerebrovascular. Además, un corazón sano solo debe contener un consumo moderado de alcohol, si lo hubiera.

Este patrón de dieta es similar a lo que generalmente se considera una dieta mediterránea, que se demostró en un ensayo controlado aleatorio para reducir el riesgo de eventos cardiovasculares importantes entre los pacientes con enfermedad cardiovascular. Esto se reveló durante un período de seguimiento de casi 5 años cuando se complementó con aceite de oliva virgen extra o nueces. Una de las conclusiones importantes de este estudio se basa en la observación de que las dietas bajas en grasas no resultan necesariamente beneficiosas para las personas con enfermedades cardíacas. Por el contrario, incorporar grasas saludables (por ejemplo, el aceite de oliva virgen extra y los frutos secos) puede favorecer la salud cardíaca y facilitar la pérdida de peso.

Por supuesto, también debemos tener en cuenta que no existe una sola dieta mediterránea específica. De hecho, existen diferencias en cuanto a elección de alimentos, patrones de alimentación y estilos de vida en las distintas partes de las regiones mediterráneas. Sin embargo, las fuertes similitudes en los patrones de alimentación incluyen un bajo consumo de productos lácteos, carne roja, carnes procesadas y dulces, contrarrestado por un alto consumo de aceite de oliva, frutos secos, verduras, frutas y cereales.

Un estudio reciente publicado en 2020 analizó las puntuaciones dietéticas de los distintos patrones alimentarios. Independientemente de algunas diferencias en los sistemas de puntuación aplicados, los investigadores encontraron que los patrones de alimentación que incluyen cereales integrales, verduras, frutas, legumbres y frutos secos, así como una menor ingesta de carnes rojas y procesadas y bebidas edulcoradas con azúcar, se asociaron consistentemente con menor riesgo de eventos cardiovasculares (como enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular). Además, el beneficio se confirmó entre los grupos raciales y étnicos, y otros subgrupos estudiados.

¿Qué significa mantener un peso saludable?

El exceso de peso y el tamaño extra grande de la cintura son los principales factores que contribuyen a la CVC y son factores de riesgo para otras afecciones, como la diabetes tipo 2. Las pruebas que respaldan estos hechos provienen de décadas de investigación.

Entre otros, el Nurse’ Health Study y el Health Professionals Follow-Up Study, un estudio en el que participaron más de un millón de mujeres, revelaron que el índice de masa corporal (IMC) era un factor de riesgo importante de CVC y que la incidencia de cardiopatía coronaria aumenta progresivamente con el IMC. El estudio demostró que las mujeres que ganaron unos 10 kg (22 libras) tenían hasta tres veces más probabilidades de presentar ECV, un aumento de la presión arterial y diabetes que aquellas que ganaron unos 2,5 kg (o cinco libras) o menos.

¿Cómo podemos traducir las observaciones de este estudio en buenos consejos prácticos?

En primer lugar, como hemos analizado en los pasos 2.6 y 2.7, debemos recordar que el peso y la altura están estrechamente asociados. Cuanto más alto sea, más pesará. Por ese motivo, los investigadores utilizan el IMC como una medida fácil para tener en cuenta estas dos variables. Un IMC saludable es inferior a 25 kg/m2. El sobrepeso se define como un IMC de 25 a 29,9 kg/m2, y la obesidad como un IMC de 30 kg/m2.

En segundo lugar, al evaluar el riesgo de ECV y junto con el IMC, debe considerarse el tamaño de la cintura. De hecho, la evaluación del tamaño de la cintura en algunos grupos puede resultar incluso más informativa que el IMC para predecir el riesgo de futuros episodios de ECV. Es el caso, por ejemplo, de quienes no pueden ser clasificados como con sobrepeso según su IMC. Los hombres deben tener un tamaño de cintura inferior a 102 cm (40 pulgadas), mientras que en el caso de las mujeres debe ser inferior a 88 cm (35 pulgadas).

Permanezca activo. ¿Cuánto ejercicio debo realizar al día?

Hacer ejercicio es bueno para nuestro bienestar. La actividad física habitual no solo reduce el riesgo de ECV, sino que también puede ayudar a mejorar los patrones de sueño y el estado de ánimo, así como a controlar la presión arterial y mantener un bajo peso corporal. Además, se ha demostrado que entre la población de edad avanzada, la actividad física mejora la función cognitiva y reduce el riesgo de caídas.

Dicho esto, ¿cuánta actividad física debería recomendarse? En definitiva, si bien debemos recordar que hacer cualquier cantidad de ejercicio es mejor que nada, las personas no necesitan tener un entrenamiento de maratón para lograr beneficios concretos para la salud. Una caminata rápida de 30 minutos cinco días a la semana proporcionará importantes beneficios adecuados para la mayoría de las personas. Por el contrario, aquellos con un estilo de vida sedentario (como quienes pasan mucho tiempo viendo la tele, sentadas o montadas en automóviles) revelaron un mayor riesgo de ECV.

Continuaremos estudiando la importancia de la actividad física en el paso 3.16.

No fume

El consumo de tabaco (en cualquier forma) es un hábito poco saludable que contribuye significativamente a la ECV. Al analizar de forma prospectiva a más de 100.000 mujeres, los investigadores descubrieron que más del 64 % de las muertes entre fumadoras activas eran atribuibles al tabaquismo. Es importante destacar otra observación: al dejar de fumar, se reduce el riesgo de ECV, alcanzando el nivel de personas “que nunca fuman” 20 años después de abandonar el hábito.

Conclusión

En resumen, ¿qué efecto podemos tener al sugerir las cuatro medidas clave ya mencionadas?

Un estilo de vida saludable puede reducir el riesgo de enfermedad coronaria en más del 80 %, sin duda una inversión sólida para el futuro.

Autores: Dr. Savino Sciascia y Dr. Gregory Winston Gilcrease.

© University of Turin
This article is from the free online

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